Sonido nocturno de un riesgo latente

Es un tema común con personas mayores hablar sobre cómo eran las cosas hace algunas décadas atrás. Seguramente se les escuchará mencionar que los cambios recientes se deben a la llegada de elementos provenientes del exterior, por ejemplo, la llegada de empresas transnacionales o nuevas tecnologías, que poco a poco han transformado el escenario en el que vivimos. En la última década, a causa de la globalización, estos cambios han sido drásticamente rápidos. Muchas personas simplemente no han logrado adaptarse al cambio y gran cantidad de negocios han desaparecido al no poder competir con las nuevas tecnologías y la llegada fuertes empresas transnacionales.

Este fenómeno no solo ocurre en las sociedades humanas, sino que también en los ambientes naturales. Los ecosistemas se han mantenido relativamente estables, con cambios generalmente paulatinos que permiten la adaptación de la mayoría de especies a las nuevas condiciones. No obstante, al igual que en caso anterior, la llegada de nuevos elementos puede alterar drásticamente el ecosistema de manera acelerada, provocando cambios a los que muchas especies no logran adaptarse y desaparecen. Las especies que provocan estos cambios negativos son generalmente conocidas como especies invasoras.

Hoy en día, las especies invasoras son consideradas una de las principales causas de pérdida de biodiversidad a nivel mundial. Sus impactos negativos abarcan desde la introducción de enfermedades, daños a la agricultura y erosión de suelos hasta la extinción o declive poblacional de otras especies por interacciones directas e indirectas. Por si fuera poco, constituyen una amenaza para la agricultura, la pesca, servicios ecosistémicos y la salud humana, convirtiéndose también en un problema socioeconómico.

Costa Rica no esta exenta de esta problemática. A lo largo de los años, tanto plantas como animales provenientes de otras regiones han logrado establecerse en el territorio con efectos variables. Algunas coníferas (pinos y cipreses) nativas del norte, tienen mucho tiempo de haber sido introducidas y forman hoy día parte del paisaje que conocemos. Otras especies introducidas más recientemente se encuentran en proceso de invasión y sus potenciales efectos son difíciles de predecir, por lo que requieren de especial atención para evitar afectaciones negativas a los ambientes naturales. Una de estas especies es la rana coquí común.

La rana coquí común (Eleutherodactylus coqui) es un anfibio con un amplio historial como especie invasora. Esta especie nativa de la isla de Puerto Rico es bien conocida por los impactos de su invasión en el archipiélago de Hawái, llegando a ser considerada una de las 100 peores especies invasoras en el mundo. Esta reputación se debe principalmente a dos características que la convierten en una especie potencialmente problemática, estas son: las densidades extremas que alcanzan sus poblaciones y el fuerte sonido de sus vocalizaciones. En Hawái se han reportado densidades de hasta 91,000 individuos por hectárea (aproximadamente ¡nueve ranas por metro cuadrado!), lo que ha causado el declive de poblaciones de invertebrados endémicos, competencia con especies insectívoras y cambios en el ciclo de nutrientes. Por otra parte, el ruido producido por sus constantes vocalizaciones es molesto para algunas personas y causa dificultades para conciliar el sueño, llegando al punto de que los terrenos con presencia de esta especie se venden a menor precio. 

La introducción del coquí común en Costa Rica se remonta a finales de la década de los 90. Esta especie fue transportada por un residente de la ciudad de Turrialba que mantenía un intercambio de anfibios y reptiles con un contacto de Puerto Rico. En una de sus visitas a la isla, decidió transportar algunos individuos de coquí común ilegalmente hacia Costa Rica, ya que el sonido de sus vocalizaciones le resultaba agradable. Las ranas fueron transportadas a Costa Rica vía aérea en un recipiente pequeño ocultas dentro de la vestimenta del responsable. Una vez en Costa Rica, seis ranas (sexo desconocido) fueron liberadas en un jardín residencial donde lograron establecerse y reproducirse con éxito. Al poco tiempo, dicha población creció e invadió paulatinamente los jardines circundantes.

Durante los primeros años de su llegada, las ranas coquí se hicieron populares por lo llamativo de sus vocalizaciones. Toda persona que llegaba al vecindario preguntaba por el intrigante sonido que rondaba el área. Tanta fue su popularidad que existió una venta ilegal de individuos. Según reportes, algunas de estas ranas fueron vendidas y transportadas hasta Guápiles, Heredia y Turrialba Centro. Afortunadamente no se cuenta con noticias de poblaciones viables en dichas localidades.

La dispersión y establecimiento de esta especie en otras localidades podría causar graves problemas. Por ejemplo, el sonido de sus vocalizaciones puede provocar altos niveles de ruido que interfieren con los llamados de otras especies para encontrar pareja o defender sus territorios, incluso en lugares urbanos podría causar problemas a las personas para conciliar el sueño. Además, al ser ranas muy abundantes pueden competir por recursos con otras especies o convertirse en presa fácil para depredadores, favoreciendo que estos aumenten sus poblaciones y a su vez afecten a otras especies.

La falta de información en las personas locales sobre el riesgo que representa esta especie para las especies nativas podría estar favoreciendo su dispersión. Según una encuesta realizada, un 46 % de las personas del vecindario desconoce que la rana coquí es una especie introducida, por lo que no tienen motivos para evitar su dispersión. Existen reportes de personas que han trasladado intencionalmente esta especie hacia otras localidades e incluso comercian con ella. A raíz de estos eventos, en 2019 se reportó una segunda población establecida en Juan Viñas de Jiménez, un pueblo ubicado a aproximadamente 8 km de la población en Turrialba.  Este reporte es alarmante debido a que es prueba de que la especie se está dispersando y su llegada a esta nueva localidad se debe a la acción humana, por lo que es urgente realizar acciones para evitar su propagación.

Actualmente Costa Rica Wildlife Foundation desarrolla una campaña informativa con el objetivo de evitar la dispersión de la rana coquí hacia otras localidades. Para esto se está trabajando en el desarrollo de materiales informativos que orienten a las personas hacía dos acciones específicas: evitar que las personas transporten la rana coquí fuera de su localización y reportar los avistamientos en otras localidades. 

La información es transmitida a las personas mediante charlas, talleres y videos. Se cuenta con una página web que permite a los usuarios acceder en caso de requerir mayor información sobre el tema y brindar los reportes respectivos. Se han logrado involucrar a instituciones locales para que colaboren en la promoción de los materiales informativos. Recientemente se realizó una charla informativa con miembros del comité local del Corredor Biológico Volcánica Central – Talamanca. 

Una vez implementado la estrategia de comunicación se espera que las personas cuenten con las motivaciones adecuadas para evitar el traslado voluntario de la rana coquí hacia otras localidades y realicen acciones para prevenir el transporte accidental. Además, se espera contar con reportes de rana coquí que ayuden a descubrir nuevas localidades en las que se haya establecido y monitorear su proceso de invasión para poder actuar a tiempo antes de que se manifiesten efectos negativos en el ecosistema.

Jimmy Barrantes Madrigal, M.Sc.
Biólogo Tropical / Máster en Conservación y Manejo de Vida Silvestre
Gestor del Corredor Biológico Alexander Skutch