Soy José Ramírez-Fernández, soy biólogo de campo y coordinador del proyecto Oncilla Conservation.
Desde niño siempre se me inculcó y he sentido un gran amor y respeto por la naturaleza, desde los libros sobre animales que compraba mi madre hasta pasar horas subido en los árboles con mi hermano. Recuerdo los viajes de los fines de semana a la finca de mis abuelos y los paseos familiares de vacaciones, siempre volviendo al verde y a los bichos. Cuando terminé la educación secundaria sabía que me formaría en algo que me permitiera tener ese contacto constante con la naturaleza y el aire libre.

Estudié la carrera de biología en la Universidad de Costa Rica, donde tuve una formación principalmente académica, y llegué a especializarme y a sentir una gran pasión por los ratones silvestres y todo el grupo de los roedores. En el 2018 viajé al Reino Unido, donde tuve la oportunidad de participar y presentar mi trabajo con ratones endémicos de la Cordillera de Talamanca en la Student Conference on Conservation Science en Cambridge, y realicé una pasantía con el grupo de especialistas en mamíferos pequeños de la SSC de la UICN. Esta nueva perspectiva de la investigación aplicada a la conservación cambió mi pensamiento hacia cómo aportar de forma positiva desde mi área de estudio, aunque sea poco, a contrarrestar la crisis de pérdida de biodiversidad que se vive hoy en día, buscando soluciones a las amenazas que enfrentan las especies silvestres.
Hace casi tres años comencé una nueva etapa como coordinador del proyecto Oncilla Conservation en la Fundación CRWildlife, un programa enfocado en buscar la coexistencia entre comunidades rurales y felinos pequeños. Aquí, las herramientas adquiridas en la academia me han ayudado para ir respondiendo preguntas por medio de la investigación científica y el diseño experimental, preguntas como cuál es el área de distribución de la oncilla en Costa Rica, cuál es su estado taxonómico, cuáles son las amenazas que enfrenta, y cómo podemos mitigar esas amenazas. Sin embargo el mayor reto ha sido a la hora de trabajar con las personas, las comunidades, puesto que es algo a lo que no me había tenido que enfrentar durante mis estudios.
Al trabajar con un equipo interdisciplinario, donde contamos con comunicadoras de la ciencia, educadoras, y antropólogos, esta etapa también ha significado un gran aprendizaje y he ido incorporando a mis saberes habilidades y herramientas que han facilitado el trabajar con las personas. Involucrando a miembros comunitarios en los procesos de investigación y trasmitiendo algunos de los resultados obtenidos para sensibilizar a la población en la importancia de las especies silvestres para el bienestar humano. Esto ha sido vital en la búsqueda de la coexistencia, puesto que aquí los implicados son vida silvestre y comunidades, y se debe trabajar con ambas partes para garantizar el éxito. Esta interdisciplinariedad ha demostrado ser fundamental puesto que nos da más opciones y puntos para enfrentar las diferentes situaciones que se puedan presentar en el camino a cumplir con nuestros objetivos. Y aunque aún falta trabajo por hacer, puesto que la coexistencia no nace del día a la noche, la ruta está siendo formada, y el objetivo es claro.
